El informe recientemente presentado por ADESP arroja unos resultados que dejan al deporte español en muy mal lugar en comparación con otros países que son referencias mundiales. Estos datos, junto a las demandas legislativas urgentes e imprescindibles para el desarrollo del sector, aseguran que la agenda de los nuevos responsables políticos encargados de regir nuestro deporte va a estar repleta de trabajo desde el primer día en sus cargos.
Recientemente, ADESP (Asociación del Deporte Español), organismo que agrupa a las federaciones deportivas españolas, presentó los resultados del “Estudio comparativo internacional de los modelos de deporte de alto nivel”, encargado a Deloitte. Se trata de un trabajo que analiza el grado de madurez de nuestro deporte, utilizando como referencia el modelo y resultados de otros diez países que gozan de un éxito contrastado en la gestión de su deporte, como son Reino Unido, Alemania, Australia, Francia, Italia, Países Bajos, Canadá, Nueva Zelanda, Dinamarca y Bélgica.
Aunque este excelente trabajo presenta múltiples conclusiones y aporta numerosas vías de solución a los problemas detectados, todo se podría resumir en una sentencia simple: Todavía nos queda un largo camino por recorrer para que España alcance un nivel de madurez óptimo.
Por su afinidad con los planteamientos que guían al Foro de Impulso al Deporte de Alto Nivel, queremos destacar un punto en particular del diagnóstico sobre el deporte español, y es aquel que se refiere al margen de mejora existente en la captación de financiación privada a través de patrocinios. Un aspecto en el que todavía hay mucho trabajo por hacer: las estructuras federativas son inadecuadas para afrontar este reto, hace falta mucha más innovación en los planteamientos y el marco legislativo y fiscal resulta poco atractivo para las empresas.
No se trata de un problema nuevo, que se haya puesto de manifiesto a raíz de la publicación de este estudio. El Presidente del Comité Olímpico Español, D. Alejandro Blanco, manifestó nada más presentarse el informe, que “Deloitte pone datos a lo que vengo diciendo desde hace 10 años, el modelo deportivo español está agotado”. No le falta razón. Los problemas estructurales de nuestro deporte son bien conocidos no sólo por el Sr. Blanco, sino por todos los que integran este ecosistema. Y desde hace mucho tiempo, además. Tan solo los buenos resultados de nuestros deportistas, mucho más destacados que lo que correspondería según la inversión realizada, han podido mantener a flote este caduco modelo.
Casualidades de la vida, la publicación de este estudio ha venido prácticamente a coincidir en el tiempo con un cambio en el Gobierno de la nación. De la mano del nuevo Ministro de Cultura y Deporte, llegara nuevo titular a la presidencia del organismo rector del deporte en España, el Consejo Superior de Deportes. Confiamos en que se trate de una persona muy capacitada, pues en su primer día de trabajo se va a encontrar ya sobre la mesa con varios frentes abiertos que se encuentran en plena fase de discusión: para empezar, una nueva Ley del Deporte que ponga al día la vigente desde 1990, inservible ya en muchos aspectos e incompleta en otros muchos para atender las nuevas necesidades de una sociedad que, en lo deportivo, ha evolucionado considerablemente en los últimos treinta años. Y deberá prestar atención también a una demanda ya antigua en la que coinciden todos los estamentos llamados a potenciar la financiación privada del deporte: federaciones, COE y clubes, pero también los empresarios, reclaman desde hace años una Ley de Mecenazgo que ofrezca un marco legal y fiscal más atractivo que impulse la implicación de la empresa en el deporte.
Así pues, las circunstancias han propiciado que se presente una magnífica oportunidad para dar al deporte español el empujón que necesita para actualizar sus estructuras y su modelo. ADESP y Deloitte han desmenuzado las necesidades y retos a superar. Los diferentes stakeholders están mas dispuestos que nunca a dialogar. Esperemos que los nuevos responsables políticos lleguen con la suficiente voluntad y energía para culminar esta tarea que dote al deporte español de estructuras modernas propias del siglo XXI.
En un momento como este, con una agenda tan cargada, quizá habría sido una buena idea no mezclar carteras y crear para el deporte un ministerio propio, encabezado por un especialista que pudiera trabajar con plena dedicación. Pero no se ha hecho así y no nos queda más que confiar en el buen hacer del nuevo equipo encargado de organizar el futuro de nuestro deporte.