Estamos disfrutando de un verano en el que los deportistas españoles brillan con fuerza en el panorama internacional. Prácticamente no ha habido día en el que no hayamos podido contemplar el triunfo de alguno de los nuestros en cualquier parte del mundo. Los grandes éxitos cosechados hablan por sí solos del enorme nivel de nuestros deportistas. Pero no nos engañemos. El deporte español no pasa por su mejor momento. De hecho, está sufriendo una crisis profunda que obliga a replantear con urgencia un modelo que ha quedado obsoleto.
Los magníficos resultados alcanzados recientemente en certámenes como el mundial de bádminton, europeo de atletismo, mundial del hockey hierba femenino, europeo de natación adaptada, europeo de waterpolo femenino, europeo del vóley playa, europeo y mundial de fútbol femenino (y sabemos que se nos quedan muchos otros en el tintero), serían suficientes para que cualquier espectador poco avisado llegara a la conclusión de que el deporte español goza de una excelente salud.
A este espectador habría que explicarle que la realidad dista mucho de su errónea conclusión: el deporte español funciona en base a un modelo agotado que amenaza con hacer tambalearse a toda la estructura si no se actúa urgentemente en su replanteamiento y modernización. La reciente crisis económica se plasmó en durísimos recortes en las partidas destinadas a la subvención de las federaciones. El Plan A.D.O., que tantos éxitos ha facilitado al deporte español, hace aguas por todas partes. Las empresas sufren cierta inseguridad a la hora de interpretar los incentivos fiscales aplicables a sus contribuciones al deporte. El modelo de desarrollo deportivo nos sitúa en clara desventaja con respecto a otros países de nuestro entorno, según el estudio de la consultora Deloitte…
El talento de nuestros deportistas está muy por encima de los recursos que el Estado pone a su disposición para su desarrollo, lo que nos convierte, ahora sí, en número uno mundial: somos el país que más medallas obtiene por cada euro invertido. ¿Eficiencia en la gestión? En absoluto. Más bien se trata de un verdadero milagro, como lleva años afirmando el presidente del Comité Olímpico Español, D. Alejandro Blanco. Pero los milagros no duran para siempre y mal haremos si basamos en éste nuestras ilusiones de futuro para seguir disfrutando de un deporte sólido y exitoso a nivel mundial.
Mucho más tangible y cuantificable que un milagro es la ayuda que las federaciones menos favorecidas han recibido por parte del fútbol profesional. LaLiga, a través de su proyecto LaLiga4Sports, ha inyectado a las federaciones una importante cantidad de dinero procedente de la venta de los derechos de televisión de sus competiciones. El tantas veces señalado como el “enemigo” de los deportes emergentes, el coco que acapara audiencias, horas de emisión y páginas en los medios de comunicación, ha llegado ahora al rescate de muchas federaciones que agonizaban al compás de una dramática situación económica.
El dinero aportado por el fútbol es muy importante, qué duda cabe. Pero todavía lo es mucho más el trabajo que LaLiga está llevando a cabo con las distintas federaciones para hacerles comprender un principio esencial: el deporte mueve una importantísima cantidad de recursos económicos y es necesario organizarlos y gestionarlos desde planteamientos empresariales. Porque el deporte es una industria y el único camino viable de cara al futuro es tratarlo como tal. Las federaciones deben replantear profundamente sus estructuras e invertir el dinero recibido en desarrollar sus planes de marketing, en profesionalizar sus organigramas, mejorar su comunicación, incrementar su visibilidad. En potenciar, en suma, su capacidad para llegar al gran público a través de un producto atractivo y vendible y poder así desarrollarse de manera óptima. Las federaciones deben entender que son empresas cuyos clientes son los deportistas, los aficionados y las empresas patrocinadoras, y su trabajo debe estar orientado hacia ellos, ya que son su principal fuente de ingresos y, por tanto, los garantes de su desarrollo. Algunas federaciones han entendido muy bien este nuevo desempeño (deportes de invierno, baloncesto o karate son sólo algunos ejemplos de buen hacer en este sentido), pero otras se resisten a cambiar sus anticuadas estructuras y se mantienen en la idea de que es posible sobrevivir a cuenta de las subvenciones públicas. A éstas, les aguarda sin duda un oscuro porvenir, porque la sociedad ha cambiado y demanda cosas diferentes a las que hace treinta años eran plenamente válidas.
El modelo que sustenta el deporte español necesita cambiar. Requiere un nuevo marco legal, una nueva estructura financiera, un nuevo plan de promoción y desarrollo del talento deportivo… Pero por encima de todo, es preciso un cambio de mentalidad en muchos estamentos. Nada se conseguirá actuando aisladamente, ni quedándose mirando unos a otros en busca del responsable último sobre el que debe recaer la ejecución del cambio. Gobierno, federaciones, deportistas, patrocinadores… Todos, cada uno desde su puesto y en su papel, deben actuar sin demora y en la misma dirección.
El gran escollo que encuentra el deporte para acometer este necesario cambio son nuestros magníficos deportistas. Gracias a su sacrificio y talento siguen logrando hazañas que alimentan la sensación de que todo va bien. Nos engañan. Y muy especialmente, las mujeres, que están logrando éxitos históricos que podrían llevarnos a pensar que el deporte femenino español cuenta con toda clase de apoyos y privilegios. Pero la realidad es que, en su caso, hasta el término “milagro” se quedaría corto para explicar cómo lo consiguen.
Mientras los artífices del “milagro” sigan cosechando éxitos, nos seguiremos resistiendo a aceptar que hay que actuar con urgencia.