La gran mayoría de los deportistas de modalidades emergentes no ofrecen la actitud necesaria para enfrentarse al cada vez más sofisticado y profesionalizado universo del patrocinio. Por supuesto, los hay también que entienden y desempeñan esta faceta de su vida deportiva con el máximo rigor. Así que, si no te sientes identificado con ninguno de los “pecados” que te detallamos a continuación, no nos queda más que felicitarte, porque estamos seguros de que vas a obtener muy buenos resultados económicos de tu trabajo.  

1.- Considerar que el patrocinio privado es innecesario

Las becas, ayudas públicas y subvenciones de cualquier tipo son, por definición, insuficientes. Al basarse en criterios selectivos, ni alcanzarán nunca a todos, ni a los que lleguen lo harán en la cuantía idónea. En el mejor de los casos, estas ayudas permitirán al deportista competir en el panorama internacional de forma digna, pero difícilmente alcanzarán para contemplar el deporte como una actividad profesional exclusiva. Para el deportista que pretenda vivir (dignamente) de su actividad y ahorrar pensando en un retiro sin emergencias, la figura del patrocinador privado resulta indispensable.

2.- Sobrevalorar sus logros, creyendo que el patrocinio es un derecho

No, una medalla internacional no viene necesariamente acompañada de un gran patrocinio. Por supuesto, el éxito deportivo es uno de los elementos necesarios para optar a un contrato con una marca, pero no es, ni mucho menos, suficiente. Conseguir un patrocinio requiere un trabajo específico muy completo: una buena marca personal, una oferta atractiva, una adecuada selección de los patrocinadores potenciales y, por supuesto, salir a vender el producto. No es una cuestión de suerte.

3.- Argumentar que no hay dinero para patrocinios

“La economía está muy mal, nadie quiere invertir en patrocinio…” Es fácil escuchar esta explicación, repetida una y otra vez, entre deportistas de modalidades emergentes. Sin embargo, no tiene nada que ver con la realidad. La inversión en patrocinio crece sin parar, e incluso en los peores momentos de crisis económica, ha mantenido niveles muy notables. Lo que sí ha ocurrido es que la gestión del patrocinio se ha sofisticado, las exigencias son mayores y ya no basta con reservar un espacio en una camiseta. Hay más dinero disponible que nunca, pero para acceder a él es necesario ofrecer un producto comercial muy bien diseñado.

4.- No incorporar el trabajo comercial a su profesión de deportista

Algunos afortunados que se lo pueden permitir, deciden contratar los servicios de una agencia para profesionalizar la gestión de sus patrocinios. Y después se olvidan del asunto. Las agencias hacen un magnífico trabajo de asesoramiento, prospección comercial, preparación de propuestas, plan de marketing y muchas otras tareas. Pero la agencia no puede trabajar todos estos aspectos por sí sola, porque, a fin de cuentas, es el deportista quien da la cara ante seguidores, patrocinadores, prensa… La participación real, comprometida y constante del deportista es esencial para convertirse en un producto atractivo para los patrocinadores.

5.- Creer que el patrocinador es un filántropo

Cuando el deportista se dirige a una empresa contándole su exitoso palmarés deportivo y pidiéndoles “ayuda” para continuar su carrera, no está buscando un patrocinador. Está buscando un filántropo. Y la mala noticia es que, de esos, hay muy pocos. La búsqueda de patrocinio no consiste en pedir, sino en ofrecer. Ofrecer a las empresas un conjunto de herramientas de comunicación que sean útiles y se adapten bien a sus necesidades de marketing, que lleguen a los públicos que buscan y les permitan contactar con ellos. En una relación de patrocinio, ambas partes tienen que ganar. Si no es así, no es patrocinio.

6.- Malgastar su tiempo reclamando visibilidad

La tan manida “visibilidad” no es algo que se pueda exigir. Nadie está obligado a ser seguidor o aficionado de un deporte. Y los medios de comunicación son empresas mercantiles que, como todas, necesitan rentabilidad y, por tanto, estarán allí donde haya consumidores. Así que toca trabajar para ganarse a los seguidores y construir audiencias. La visibilidad, entonces, vendrá por sí sola.

7.- No cuidar el producto que trata de vender

Y este producto no es otro que el propio deportista. Su Marca Personal. El posible patrocinador dispone de una oferta muy amplia para elegir dónde invertir su dinero. Cualquiera de nosotros, cuando vamos al supermercado, nos decantamos por un producto concreto porque su marca es reconocible y la asociamos a unas características específicas que satisfacen nuestra necesidad. De la misma manera, el deportista necesita mostrar unos determinados valores de forma inequívoca y permanente. Las “salidas de tono” en redes sociales pueden arruinar en un momento el trabajo de mucho tiempo en la construcción de una reputación. ¡Cuidado con ellas!