Afortunadamente, en los tiempos actuales los deportistas son cada vez más conscientes de la necesidad de cuidar su formación académica para garantizar su inserción en el mundo laboral una vez que abandonen la competición de élite. Sin embargo, la exigencia del deporte de alto nivel obliga a dedicar muchas horas diarias al entrenamiento, además de los viajes a competiciones y el imprescindible descanso. El poco tiempo libre disponible hace que compaginar deporte y estudios sea una tarea ciertamente complicada.  

Si para un atleta consolidado, instalado ya en la élite de su deporte, es una situación difícil, mucho más lo es cuando hablamos de jóvenes promesas que todavía no han alcanzado el nivel necesario para acceder a las ventajas de las que gozan los deportistas de primera fila, como becas, ayudas y patrocinadores. Se trata, pues, de un momento especialmente delicado, ya que el joven deportista, en muchos casos, siente que debe tomar una decisión trascendental para su futuro: continuar con su formación académica, dejándose en el camino muchas opciones de triunfar en el deporte, o bien aparcar los estudios para centrarse exclusivamente en intentar dar el salto definitivo a la élite. Esta última y peligrosa opción suele acarrear, además, unos costes económicos adicionales en entrenadores, material y otros, que van a recaer sobre la familia si los resultados del joven deportista no alcanzan todavía para acceder a las ayudas oficiales ni al interés de los patrocinadores privados.

Para estas jóvenes promesas del deporte que otorgan también una gran importancia a su formación académica, existe una posibilidad muy atractiva para poder alcanzar simultáneamente ambos objetivos: estudiar una carrera universitaria en Estados Unidos. En España, son pocas las universidades que cuentan con programas específicos orientados a facilitar que el estudiante-deportista pueda compaginar ambas actividades con relativa facilidad. Sin embargo, Estados Unidos cuenta con una política universitaria generalizada de apoyo a este perfil de estudiante, con la que se pretende que la formación académica personal y la preparación para saltar al terreno deportivo profesional puedan evolucionar de la mano. Así, no es extraño que estudiantes procedentes de todos los rincones del mundo se interesen en integrarse en el sistema de un país donde, además, el deporte universitario se cuida con mimo y tiene una enorme relevancia a nivel de recursos, audiencias y repercusión social.

¿Qué ventajas aporta al deportista el sistema universitario norteamericano?

Cuando un estudiante-atleta se incorpora a una universidad estadounidense, enseguida comprueba que todo su plan de formación, tanto académica como deportiva, está específicamente diseñado para garantizar el éxito en ambas facetas a este particular perfil de alumno.

La agenda diaria de actividades del estudiante está cuidadosamente distribuida para establecer las horas que el alumno dedicará a las actividades académicas, a las deportivas y también a las de ocio y esparcimiento personal. El cumplimiento de este programa estará supervisado por personal de la universidad, que vigilará (e incluso amonestará) a los respectivos responsables académicos y deportivos si alguno de ellos se excede en su exigencia sobre lo planificado.

El diseño de las instalaciones de estas universidades contribuye a un mejor aprovechamiento del tiempo disponible: los centros de entrenamiento, los edificios académicos, las residencias e incluso algunos servicios básicos como restaurantes, supermercado, tiendas o lavandería se encuentran dentro del espacio de la universidad, muy próximos entre sí, con lo que los tiempos perdidos en desplazamientos quedan reducidos al mínimo.


Cuando un estudiante-atleta se incorpora a una universidad estadounidense, enseguida comprueba que todo su plan de formación, tanto académica como deportiva, está específicamente diseñado para garantizar el éxito en ambas facetas a este particular perfil de alumno.


El programa académico tiene en cuenta en todo momento las especiales necesidades de este perfil de estudiantes. Como el deporte universitario tiene una considerable actividad en este país, el estudiante se ve obligado a viajar a menudo para participar en competiciones fuera de su ciudad, lo cual dificulta el seguimiento de las actividades académicas. Para ayudar a estos alumnos, las universidades cuentan con planes específicos para flexibilizar su actividad, que contemplan aspectos como la obligación a los profesores de acordar las fechas de examen con el estudiante, o el uso de herramientas on line para el seguimiento de las clases, tutorías personalizadas o, incluso, la realización de evaluaciones a distancia.

Llegados a este punto, es posible que alguien se haya formado la idea de que si eres un buen deportista, en las universidades americanas te van a “regalar” una titulación académica. Nada más lejos de la realidad. Todos los centros universitarios otorgan prioridad total a los estudios, por delante de la actividad deportiva. El reglamento interno de las universidades fija unas calificaciones mínimas que el estudiante-atleta tiene que alcanzar obligatoriamente. En caso de no lograr estos objetivos académicos, el alumno, sin que quepa excepción alguna, no podrá seguir realizando su actividad deportiva. Ningún entrenador quiere perder a sus atletas por este motivo, por lo que el responsable deportivo será el primer interesado en mantener una estrecha vigilancia sobre el rendimiento académico del alumno. La comunicación entre el asesor académico y el responsable deportivo es permanente, velando en todo momento porque el alumno se mantenga al corriente de sus obligaciones con los estudios para que así pueda mantener también su actividad deportiva. Por otro lado, el entrenador mantendrá informado en todo momento de los compromisos deportivos del alumno al asesor académico, para que este último pueda adaptar el plan de estudios a las exigencias de viajes y competiciones del atleta. Las facilidades concedidas al estudiante para desarrollar su práctica deportiva son muchas, pero, ante todo, las universidades son centros de formación académica y es en este aspecto donde se centra la máxima exigencia.

En el plano humano, estudiar en una universidad norteamericana supone una experiencia muy enriquecedora para el alumno: le aportará madurez, le permitirá desarrollar su personalidad en un entorno multinacional y le asegurará el dominio del idioma inglés.

Aunque también hay algunos inconvenientes…

Alejarse de casa, de la familia y de los amigos de toda la vida durante un largo período puede parecer duro, pero la gran mayoría de los nuevos alumnos superan con facilidad el breve período de adaptación necesario y rápidamente se sienten felizmente integrados en su nuevo entorno. El cambio de vida no suele suponer un problema para casi nadie.

El gran inconveniente de cursar estudios universitarios en Estados Unidos es el elevado coste que representa para las familias. El alto precio de las matrículas, unido a los gastos que generan los viajes, estancia y manutención del estudiante hacen que, para cualquier familia media española, la idea de enviar a sus hijos a estudiar a Estados Unidos sea económicamente inviable.

Afortunadamente, uno de los objetivos esenciales de estas universidades es apoyar el desarrollo de los estudiantes que destaquen en sus disciplinas deportivas, para lo cual disponen para ellos de una política de becas con una excelente dotación económica, muy amplia y abierta a las promesas del deporte de todo el mundo. Las ayudas son variables, y pueden cubrir desde la totalidad de los gastos generados por el estudiante becado (estudios, estancia, entrenamientos, competiciones…), hasta otras becas parciales que, aunque no sean tan generosas, pueden poner la posibilidad de estudiar en Estados Unidos al alcance de muchos jóvenes deportistas, idea que sus familias no podrían costear sin contar con estas ayudas.

Si eres un deportista que apunta a estrella, pero también te preocupa tu formación académica, no pierdas de vista esta posibilidad. Quizá está más cerca de lo que crees.